martes, 16 de marzo de 2010

El Juli, gigantesco

Gran expectación la que se había creado entorno a esta corrida. A las cinco de la tarde y con lleno hasta la bandera hacían el paseíllo Enrique Ponce y Julián López “el Juli”, recibidos con una gran ovación. Enfrente tuvieron una corrida de Zalduendo, muy justa de presentación pero manejable y noble en comportamiento.
Antes de salir el primer toro de chiqueros estaba claro, a poco que embistiese un toro le iban a armar un lío gordo. Podemos decir que ambos diestros son los que más destacan en esa cualidad, en la difícil facilidad que ambos poseen para sacar el fondo de algunos toros con los que otros poco son capaces de hacer.

Era una tarde especial para Enrique, tal día como hoy del en el año 1990 tomaba la alternativa en esta misma plaza. La ocasión exigía un buen cartel y este no tenía un pero, mano a mano con uno de sus sucesores en el trono.
A su primero le realizó una faena muy estética, con muletazos marca de la casa, un trasteo que no llegó a brillar pero que con el público presente cantaba a oreja. El fallo con la espada le privó de ella.
Con su segundo, otra vez la misma historia pero con distinto final. Fue sacándole series a media altura, sin llevarlo largo, enroscándoselo al cuerpo, como le gusta hacer a el chivano. La afición valenciana lo apoyó en todo momento y, tras una estocada entera, cayó la oreja.
En tercer lugar le tocó el que fue el peor toro de la tarde que llegó a ponerle en apuros en un apretón que obligó al diestro a saltar las tablas. El de Zalduendo no dejó de buscarle por el pitón derecho durante toda la faena, y ahí se vino arriba el de Chiva y tiró de maestría y amor propio, fue sacándole los muletazos y llevando al toro a lo que hubiese sido otra puerta grande más en esta plaza. Sin embargo no era la tarde de Ponce, falló primero con la espada y después con el descabello. Antes de marcharse recibió una calurosa ovación de esta, su plaza.

La tarde de hoy ha sido una nueva demostración de la dimensión que ha alcanzado el Juli. De Julián se dice que ha sido uno de los que ha mandado en el toreo en la última década, pero todos sabemos de su evolución y sus distintas fases, y esta etapa nueva en la que lo estamos descubriendo y de la que por suerte aun nos queda mucho por disfrutar, lo colocará con letras mayúsculas en la historia del toreo. El Juli se ha convertido en un gran maestro, fruto de sus cualidades innatas y de la ambición que todavía hoy conserva.
El madrileño se encontró con un lote de Zalduendo con el que pudo desarrollar todo su toreo. Al primero lo llevó bien toreado por ambos pitones, en una faena que fue de menos a más. Cuando parecía faena de oreja se sacó una última serie de la manga que enloqueció al respetable. Se tiró a por todas logrando una buena estocada desorejando al primero de su lote.
Con su segundo Julián volvió a tirar de conocimiento y temple, ese compañero que le acompañó toda la tarde y que no permitió que le engancharan ni una sola vez la muleta. Volvió a ligar las series en una buena faena, sin llegar al calibre de la primera. El fallo a espadas le privó de la que hubiera sido por aquel entonces la tercera oreja.
Con el sexto, la traca final de una gran tarde de Don Julián que se recordará por mucho tiempo en Valencia. Recibió al toro por verónicas y, ya con los deberes hechos, Juli quiso más y no dejó escapar la oportunidad de escribir una página para la historia. Primero un quite por lopecinas ligadas con una larga cambiada rodillas en tierra y rematadas con un pase de pecho templado y majestuoso con el capote. Tras él la réplica de Don Enrique, que quitó por chicuelitas de gran belleza estética. Brindó el Juli a Ponce, siempre tan respetuoso y correcto Julián, y a continuación la apoteosis. El joven maestro supo entender de nuevo a su oponente, y como durante toda la tarde trazó muletazos de gran calado, hondos y largos, enganchándolos muy adelante y llevándolos muy atrás, bajándole la mano y templando las embestidas del Zalduendo. Para finalizar una serie de redondos con la diestra y varios remates cargados de torería. Una gran estocada fulminaba al bravo. Dos orejas más y la capital del Turia entregada a Don Julián.

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